La objetividad, junto a la exactitud, han sido de las características principales de la física desde su constitución como ciencia[1]; la no intervención del observador en un experimento, se convirtió en una regla indispensable de la práctica científica; la objetividad predicaba una ciencia libre de valores; es decir, libre de los prejuicios y opiniones personales de quienes hacen ciencia. El sujeto cognoscente al estar en contacto con el objeto a conocer, debía ver a éste aislando su propia manera de pensar o sentir; esa debía ser la relación objeto sujeto; una relación objetiva, cuya prioridad suprema es el objeto en si mismo.
Sin embargo, en el experimento mental propuesto por Albertr Einstein, Boris Podolsky y Nathan Rosen, más conocido como experimento EPR, se demuestra que un aspecto crucial en el mundo subatómico lo es el sujeto observador. El Spin o giro del electrón, como ya se mencionó ( ver entrada "Experimento EPR"), depende del eje de referencia que ha seleccionado el observador; y esto más; el segundo electrón interpretara dicho eje de referencia como suyo también. Así, en física cuántica el observador no sólo es necesario para apreciar las propiedades de los fenómenos en el mundo subatómico; sino también para provocar la aparición de dichas propiedades.
De esta forma, el papel del observador se convierte en parte fundamental, traspasando la objetividad impuesta por la física newtoniana: al respecto Fridtjof Capra, físico estadounidence, escribe:
“Por ejemplo, mi decisión consciente sobre la manera de observar un electrón determinará hasta cierto punto las propiedades de este electrón. Si le hago una pregunta considerándolo como partícula, me responderá como partícula; si, en cambio, le hago una pregunta considerándolo una onda, me responderá como onda. El electrón no tiene propiedades objetivas que no dependen de mi mente. En física atómica es imposible mantener la distinción cartesiana entre la mente y la materia, entre el observador y lo observado. No se puede hablar de la naturaleza sin hablar, al mismo tiempo, sobre uno mismo”[2].
La física cuántica, por lo tanto, rompe el ideal clásico de una descripción objetiva de la naturaleza, en donde el observador no puede intervenir con su sistema de valores en las teorías y conclusiones. El viejo dogma de una ciencia libre de valores queda invalidado con los experimentos cuánticos ¿Interesante, no? Desde una ciencia dura, objetiva y exacta como la física, surge una nueva forma de hacer ciencia, en donde los constructos subjetivos, los cuales eran vetados y eliminados de forma radical, retoman la validez perdida, llevando a la ciencia a un nuevo escenario; en donde los significados, creencias, valores y estados subjetivos, adquieren protagonismo; dándole a la ciencia una nueva orientación, de emancipadora y no solo de una simple observadora aséptica de la realidad[3].
Para Capra, si bien, las profundas investigaciones que realizan los investigadores están separadas de sus sistemas de valores, el paradigma dentro de la cual éstas se llevan a cabo, jamás estará libre de valores. Es decir, las conclusiones que los científicos sacan acerca de sus observaciones en la realidad, están íntimamente relacionadas con sus ideas, conceptos, modelos de pensamiento y por ende, con su sistema de valores. No se puede separar al observador de lo observado; en física cuántica, ambos establecen una relación, la cual es más importante, que los protagonistas de la misma
[1] Tippens, Paul. Física, conceptos y aplicaciones. Editorial McGraw-Hill. México, 2001. Pág. 723
[2] CAPRA Fridtjof. El Punto Crucial. Editorial Integral. Barcelona España, 1985. Pág. 95
[3] Tobar, Anneliza. Ensayo sobre Pobreza, salud mental y Psicología. FLACSO. Guatemala, 2007
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